Yo tuve mi primera relación cuando tenía 15 años. Nos conocimos en la movilidad del colegio y todo fluyo genial, al poco tiempo empezamos a salir y nos enamoramos.
En ese momento aun no existían los smartphones, solo teníamos el Nextel. Pero luego salieron los Blackberries y con ellos llego la posibilidad de mensajear gratuitamente de una manera más cómoda y rápida.
Con el famoso BBM, todo el mundo se pasaba sus pines y chateabamos horas de horas. Con mi enamorada no fue la excepción.
Chateabamos TODO EL DIA. Desde que me levantaba tenía que mandarle un mensaje saludándola y asi continuábamos todo el resto del día contándonos en tiempo real las cosas que íbamos haciendo.
Esto se convirtió rápidamente en un problema porque me di cuenta que hablábamos tanto por chat que cuando iba a visitarla o salíamos, ya simplemente no nos quedaban muchos temas de conversación.
Empece a sentirme saturado, no de ella, sino del hecho de ya no tener momentos para mi solo. Aunque no este presente igual estábamos permanentemente conectados.
A eso hay que sumarle todo el tema de las redes sociales. Ahí todavía el facebook era la red social de los jóvenes y bueno nosotros eramos aun bien chiquillos y habían ciertas “reglas”. Tenías que publicar tu relación en tu perfil, tenias que tener fotos con tu enamorada, darle like y comentar sus posts. Tu foto de perfil tenia que ser con ella, en fin… mil tonteras propias de la adolescencia y que curiosamente ahora decimos que son cosas de tíos.
Porque ahora la juventud se mueve en instagram. Facebook ha quedado solo para que tu tía comparta oraciones y videitos inspiracionales.
En fin, todo esto se sumaba al hecho de que ahora uno ponía su relación amorosa en bandeja pública para el entretenimiento de todos tus amigos de facebook.
La relación se empezó a sentir tediosa.
Ahí decidí conversarlo con mi enamorada, le dije lo que pensaba y tomamos la decision de limitar nuestras conversaciones por chat para poder disfrutar un poco mas el tiempo juntos en persona y que cada uno también sienta que tiene su espacio.
Fue una lección que creo que nos sirvió a ambos, que estábamos en nuestra primera relación, para entender y aprender a manejar los problemas y afrontarlos con buena comunicación.
Al final quedamos como muy buenos amigos y aprendí a manejar mi relación de una manera más adulta.
Efectivamente, como nos decía Santiago no hay que poner tu relación en vitrina para que los demás vean que eres feliz. No es necesario que tengamos que saber todo respecto al otro.
Necesitamos nuestro espacio también para disfrutar de lo que nos gusta hacer sin tener que estar en todo momento con esa otra persona.
Esa independencia es parte del respeto y la confianza que debe de haber en toda relación.