SOMOS LO QUE VIMOS, LO QUE VIVIMOS Y LO QUE APRENDIMOS

Una mujer deja de trabajar porque su marido le exige se quede en casa cuidando a los hijos y realizando labores domésticas. ¿El sabe si ella está de acuerdo? O lo asume como tal.

Ella ha estudiado contabilidad, pero “como es mujer” le toca quedarse en casa.

¿Pensaríamos que sus hijos serían felices bajo su cuidado?, ¿ que siendo su madre estarían en las mejores manos?. Y si la madre no quiere estar allí, si prefiere estar en una oficina como estaba antes o realizando alguna actividad que le permita desarrollarse profesionalmente. ¿Creen Uds. que podría transmitir esa frustración a sus hijos?

Otra mujer es madre soltera de un niño, conoce a su actual pareja y juntos tienen una niña, la pareja le da económicamente todo a la hija de ambos, pero le saca en cara a su mujer que ese otro niño no es su hijo y por lo tanto solo tiene obligaciones de comida y casa hacia el, el resto lo tiene que asumir ella.

Cuando ella  consigue un trabajo, a pesar de tener todo organizado por error la niña no es recogida del colegio a tiempo. Al enterarse ,la maltrata a gritos y le exige que deje el trabajo que tanto trabajo le costó conseguir. Por no discutir le acepta y se queda en casa.

Si ella no trabaja, ¿quien pagará los estudios y otros gastos de su hijo? Está poniendo encima de su hijo a su marido, sin pensar en las consecuencias que generará en él a futuro.

Otro caso, una mujer joven , emprendedora, con un negocio  independiente próspero, se casa tiene dos hijas,la persona que las cuida no es responsable y una de sus hijas sufre un accidente por negligencia. Ella decide cuidarlas esperando que crezcan un poco más por lo que se ve obligada a bajar su ritmo de trabajo. Esto mella los  ingresos familiares. El esposo le reclama su falta de organización, a pesar de encontrar cuando llega a casa:  orden , limpieza, comida lista y lo más importante sus hijas mejor cuidadas que nunca.

¿Su esposa no se organiza o el no valora el trabajo de ella?

Como estos casos hay muchos, ¿no será que sin querer nosotras promovemos que esto suceda?

Muchas hemos sido criadas por madres sumisas, quienes en mucho de los casos aceptaron los desplantes, maltratos físicos o psicológicos de parte de nuestros padres o padrastros.

Somos lo que vimos, lo que vivimos y lo que aprendimos. Eso nos ha convertido en personas vulnerables y con baja autoestima.

Vulnerables porque nos dejamos abrumar por los temores, el miedo a no poder salir de la situación en la que estamos porque no nos sentimos merecedoras de algo mejor.

Porque no nos damos cuenta de  que somos hipócritas con nosotras mismas, pensando de que estamos bien y no necesitamos ayuda de nadie.

Por esa razón nos  abrumamos de trabajo, nos endeudamos, comemos en exceso, atentamos contra nuestra salud para no  darnos el tiempo de reflexionar.

Si queremos salir de esta situación tenemos que empezar por: reconocer nuestras debilidades nuestras imperfecciones y amarnos con ellas.

Somos mujeres, sufrimos, amamos y somos felices por  igual, no importa la  raza, el color de piel, opción sexual, discapacidad o situación económica.

Somos merecedoras de amor, capaces de lidiar con los problemas, merecedoras de prosperar y algo muy importante “luchar por nuestra dignidad”.

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