¿PORQUE NUESTRO AUTO-DESCONTENTO AFECTA EMOCIONALMENTE A NUESTROS HIJOS?

Era mi tercer embarazo, pero parecía el primero.  Lo miraba desde la luna de esa pequeña caja eléctrica, con una cánula más grande que su nariz y respirando alborotadamente, como si aún no fuera parte de este mundo.

Sin embargo, ahí estaba: tan pequeño, tan indefenso, tan esperado. Lo buscamos como a una piedra preciosa, no importaba cuán hermosa o rústica fuera, era él y eso era lo único que nos importaba.

Era verano cuando la prueba dio positivo y nacería cerca a navidad, pero resultó que él decidió nacer cuando los árboles enverdecen, las flores lucen sus más bellos colores  y el cielo se ilumina.

Amanecía y anochecía junto a él, cargando su frágil, pequeño y arrugado cuerpecito, envolviéndolo en mantas y colocándolo en mi corazón.

Nunca había  pasado por mi cabeza la idea de perder a un hijo  ¡Qué frágil es la línea entre la vida y la muerte!

Le hablaba mucho, le brindaba mucho amor acariciándolo, yo quería que luche, toda esa larga semana que lo veía en cada momento le decía : tú eres fuerte,  eres único , vas a vivir mucho tiempo, ten fuerzas, lo vas a lograr.

Una mañana soleada de primavera por fin nos fuimos  a casa  con él, fue una algarabía para sus hermanas y  para nosotros también.

Desde ese momento pensé: la vida en familia y formada con amor es lo que más importa.

Comencé a tomar consciencia de las batallas que tenía que luchar con mis hijas. ¿Cuáles no eran importantes y se podían pasar por alto? Y las que no eran negociables.

Las empecé a valorar más y a aceptarlas como eran , no como yo quería que fueran.

Me dejé de quejar de cosas tontas, descubriendo mis emociones y racionalizándolas, me costó y me cuesta mucho esfuerzo hacerlo aún.

Cuando venían a mi mente pensamientos negativos  como: “Mis hijas no me dejan avanzar profesionalmente”, “Por mi hijo dejé de trabajar “

“Preferiría trabajar en vez de criar a un hijo” “Las peleas de mis hijas me tienen harta”, pensaba: -estos sentimientos son normales” “Soy un ser humano”, pero a la vez me sentía culpable de que pasen por  mi cabeza.

Estuve  tentada muchas veces de viajar sin ellos, de gastar el dinero que me costaba tanto ganar para darme mis gustos, irme de viaje con mis amigas.

– ¿Por qué soy tan incongruente si los amo?, ¿Por qué se me hace tan difícil lidiar con ellos?- pensaba.

Nuestro auto-descontento es tan grande, que sin darnos cuenta competimos con los padres de los compañeros de clase de nuestros hijos o de sus amigos a través de nuestros propios hijos.

Queremos que sean los más inteligentes, tengan más beneficios económicos o  más destrezas, logren  lo que nosotros no logramos,  tengan  lo que no tuvimos y me cuestiono: ¿Es bueno protegerlos tanto y hacerlos sentir que siempre son los mejores?

Estamos formando una generación que piensa que se merece todo, si quiere algo hace lo indecible para lograrlo y a veces no es de la mejor manera.

La competencia es buena, te reta a ser mejor, pero como en cualquier deporte o disciplina, hay que aprender también a perder y de nuestros propios errores.

Empecemos por nosotros mismos, somos su ejemplo a seguir, su soporte emocional, su educación en valores , solidaridad y  sinceridad. Seamos conscientes  que “ todo empieza por casa”. El colegio y la universidad les brinda el conocimiento académico, nosotros les transmitimos seguridad, formamos su autoestima, les brindamos amor, eso no se delega ni se reemplaza.

Mi objetivo de cada día es ser mejor persona para que ellos también lo sean.

Cuando me molesto y digo cosas sin pensar que los hiere , trato de  tomar consciencia de mis errores aprendiendo a decir: “Te amo, lo siento”.

Tratemos de estar más con nuestros hijos, la vida es una, no nos quejemos  y aprovechémosla al máximo.

Los  momentos  de hoy serán irrepetibles ,  todo lo que sembremos con amor, paciencia y entendimiento, hará de nuestros hijos mejores personas, mejores padres y mejores hijos.

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